El pasado miércoles leímos en clase un fragmento del libro de Juan Farias, el excelente escritor gallego, que nos dejó el pasado junio de 2011, titulado: Los apuros de un dibujante de historietas. Editado por Bruño en su colección Alta Mar.
- Inventa y escribe en tu ordenador un final para la historia de Mateo con su pastel de moras.
Este fue el final que hizo vuestra compañera María Ortiz:
Jacobo es un dibujante de historietas. Esta casado con Noemí, una mujer sencilla y hacendosa, y tienen un hijo, Diego. Jacobo está falto de inspiración para iniciar un nuevo trabajo hasta que se encuentra con un niño que le inspira una nueva historieta. Crea entonces un personaje, Mateo, y empieza a dialogar con él. Le va creando un mundo, una familia. Su madre le prepara un pastel de moras...A partir de esa lectura os propuse en clase una actividad de expresión escrita que teníais que hacer en el ultraportátil:
- Inventa y escribe en tu ordenador un final para la historia de Mateo con su pastel de moras.
Este fue el final que hizo vuestra compañera María Ortiz:
Mateo le dijo a Jacobo que gracias. Y con un simple gesto Jacobo le sonrió y chasqueó los dedos, cuando de repente Mateo se metió en el dibujo.
A Mateo le daba igual, es más, como allí tenía todo para ser un niño feliz, ni se lo pensó y fue corriendo hacia su madre, la que le estaba esperando con el pastel de moras en la mano. Mateo y su madre se metieron en su casa, y los dos se comieron el pastel.
- Mmmm..... ¡¡Qué bueno!! - dijo Mateo.
- Me alegro de que te guste - respondió la madre.
A los dos se le veía una cara llena de felicidad por el pastel, porque a la madre le había salido muy bueno. Pero Mateo notó que el pastel estaba un poco raro, como si le faltara algo.
“Ya sé lo que es” - Se dijo.
- Máma, ¿no te falta algo en este pastel?
- Creo que sí, lo noto un poco soso.
- ¡¡¡LA CANELA!!! - dijeron los dos a la vez.
Y se echaron la canela, y entonces, sí que fueron felices.
Y todas las noches antes de dormir, Mateo, por una rendija de su cuarto que daba al cielo, siempre decía mirando al más allá: “Muchas gracias, Jacobo, por todo”.
María ORTIZ
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